Todas las partes del sistema nervioso del bebé actúan en forma coordinada para facilitar su desarrollo, y cada área interactúa con las otras para que ocurra una evolución ordenada de las habilidades. Esta evolución se produce de forma progresiva y secuencial, facilitando que de una habilidad surja otra.
“¡Qué fuerza tiene ya en las piernas!”. “Pues el mío mayor a los 10 meses ya andaba”… Son frases habituales en esa extraña fiebre de anticipación que suele afectarnos a los padres. No es extraño ver que con toda la buena intención y como hemos visto hacer siempre, ayudemos a nuestros hijos a moverse, a levantarse, a sentarle utilizando cojines o darle las manos para que camine.
Pero debemos saber que en los bebés la capacidad para gatear sucederá aproximadamente hacia el final del primer año, teniendo en cuenta que cada bebé tiene su propio ritmo de desarrollo y que no en todos los bebés es igual. Este momento del gateo no sucederá antes porque físicamente la cadera del bebé no está preparada para mantenerse de pie, si no que nace preparada para el momento del parto. Por ello hasta que la cadera (y el sistema nervioso) no madura, no caminan y es más, puede ser contraproducente ponerles a andar antes de que puedan hacerlo solos.
“El gateo influye en el sistema vestibular y en la propiocepción. Contribuye a crear conexiones entre los dos hemisferios cerebrales, se relaciona con la organización del cerebro, fortalece el patrón contralateral, requisito para el aprendizaje, y ayuda a integrar reflejos”, nos explica Verónica Alonso, directora del Centro de Terapia Infantil Creare en Colmenar Viejo (Madrid). A su centro llegan niños “que con seis años no coordinan bien los lados del cuerpo para montar en bici o para recortar con las tijeras”, pone como ejemplo. Esas dificultades en algunos casos se relacionan con una lateralidad mal establecida, a juicio de la terapeuta, lo más importante. “No es tan relevante el gateo en sí, porque los niños tienen interés en desplazarse y al final lo hacen, sino la simetría: que no haya preferencia por un lado, que el volteo se inicie hacia ambos, que el arrastre sea con todo el cuerpo… Si les damos la oportunidad y libertad de movimiento, los niños siguen el patrón natural de sujetar cabeza, volteo, arrastre y gateo”, confirma, cada uno a su tiempo y a su manera, sin que ello deba preocupar en exceso”.
En definitiva, gracias al gateo el bebé desarrolla la visión, el tacto, el habla, la manualidad, la orientación y la propia percepción, además de otras funciones como el movimiento o el equilibrio. Así que recuerda, nunca es tarde para echarse al suelo con tu bebé.